sábado, 19 de octubre de 2013

Todo sobre Hora de Aventuras (parte 1)


Análisis de la serie

Dependiendo del estrato generacional al que pertenezcáis es probable que vuestros referentes en cuanto a dibujos animados sean muy diferentes. Desde los que crecisteis con los cartoonsclásicos de Warner, Hanna Barbera y compañía hasta los que únicamente habéis conocido las gamberradas de Los Simpsons y coetáneos hay todo un mundo repleto de muppets, figuras de acción articuladas y series llegadas del lejano oriente. En el transcurso de los últimos años, las principales tendencias han sido el deconstrucción soez de la clase media americana a cargo de provocadores niños grandes, así como el surrealismo a golpe de ukelele de Bob Esponja. Sin embargo parece que está irrumpiendo una nueva ola desde el canal de televisión Cartoon Network, quienes decidieron apostar por un grupo de jóvenes talentos para recuperar su trono en el campo de la animación televisiva. 

Responsables de éxitos como El Laboratorio de Dexter, Las Supernenas, Johnny Bravo o Agallas el Perro Cobarde, el objetivo de la cadena era crear series que estuvieran orientadas a los más pequeños, pero que a su vez fueran disfrutables para espectadores de todas las edades. O lo que es lo mismo, dibujos animados paratodos los públicos en el más amplio sentido de la expresión. Dibujos que congeniaran el brío imaginativo delcartoon primigéneo con el ingenio de los amarillos habitantes de Springfield, en la línea de lo que venía consiguiendo Pixar Studios en el terreno cinematográfico.

Fruto de la nueva política surgirían creaciones como la inclasificable Las Maravillosas Desventuras de Flapjack de Thurop Van Orman y esa suerte de amalgama entre la MTv y Kevin Smith que es el Regular Show de J.G. Quintel. Sin embargo, ninguna ha conseguido el calado de las estrambóticas aventuras de un crío y su perro (o de un perro y su crío) en un lisérgico mundo habitado por seres de gominola, magos, robots, vampiros y otras criaturas de fantasía y que consiguen despertar miles de sonrisas alrededor de todo el mundo por medio del sonoro grito de guerra “¿Qué hora es?”.
Pero, ¿cómo es posible que Hora de Aventuras haya conseguido seducir a un espectro generacional tan amplio? Podría decirse que su principal virtud es jugar a varios palos sin casarse con nadie. Por un lado es una serie increíblemente básica y cinemática, en la que todo vale con tal de ofrecer un chute de diversión concentrado que se adhiere a la retina por medio de su florida imaginería visual. Sus historias son directas y fácilmente digeribles, convirtiendo hasta la más insignificante cotidianidad en una delirante peripecia embebida de un optimismo contagioso y desafiante.La serie responde a un nombre tan directo como Adventure Time (Hora de Aventuras en España, o en singular en el caso de la versión latinoamericana), una declaración de intenciones en forma de título y que sirve para dar paso a 11 minutos de imaginación desatada. Convirtiéndose en un fenómeno que ha conseguido trascender a su target inicial, esta singular obra ha conquistado a grandes y pequeños pasando de serie de culto a erigirse como uno de los referentes de la animación actual. Desde los críos que todavía se pelean con el lenguaje y que quedan hipnotizados con el festival de colores que arranca con los títulos de crédito hasta losprotoadultos que sucumben ante los encantos de su descarada irreverencia, ha conseguido calar entre el público adulto gracias a su desbordante imaginación y su desprejuiciado y poco usual tratamiento de los temas habituales en el género.
Con todo su energético brío visual plagado de amigos imposibles, casas en los árboles y objetos mágicos, Hora de Aventuras funciona como una vívida recreación de la infancia que conecta de forma natural con los más menudos de la casa. Pero a su vez, se trata de un producto iconoclasta cargada con altas dosis de vitriolo, y que atenta sin piedad contra los clichés del género y cualquier atisbo de moralina. Sin embargo, no lo hace de forma evidente como podría ser el caso de las series de Seth McFarlane y compañía, sino que actúan por medio de finos dardos que pasan por debajo del radar de los más pequeños para despertar sus carcajadas cuando tengan edad para pillarlos.Su estética parece beber de las primeras sagas de videojuegos de los noventa (con Super Mario Bros. y La Leyenda de Zelda a la cabeza) dando forma a un imposible mundo tejido con el material con los que se construyen los sueños. Sus tramas suelen ir sobre rescatar princesas, derrotar a aterradores monstruos, resolver entuertos o adentrarse en grutas misteriosas en busca de peligros y tesoros. Premisas tan sencillas como fácilmente identificables, que sirven de excusa para un divertido carrusel de aventuras.
El descaro de la juventud está presente en la forma de humor pasado de rosca y alocado, pero que no se deja llevar por el exceso. Más allá de los adorables y estrafalarios seres que pueblan la serie y de los conflictos que se solucionan a base de tortas, la actitud de sus protagonistas es la del héroe que actúa sin la convicción de estar haciendo lo correcto pero que al menos trata de mantenerse fiel a si mismo. El esperpento que rodea sus vidas no es un objetivo, sino el escenario donde se desarrollan relatos que tratan sobre retos familiares que incluyen cuestiones como la amistad, la valentía y el descubrimiento a la madurez, temas fácilmente reconocibles para aquellos que se encuentran en transición al mundo adulto.La serie es un producto ridículamente absurdo repleto de frenéticos bailes a cuento de nada, ingeniosos diálogos que desafían cualquier tipo de lógica, slang y patadas deliberadas en la boca del orden narrativo clásico. Sus canciones tienen letras tan aleatorias que podrían haber hecho las delicias de la generación beat, mientras los personajes se agitan como matasuegras nerviosos y hacen gala de un incomprensible entusiasmo al borde de la demencia. Finn y Jake son un par de inconscientes encantados de serlo, cuyo temerario descaro se mueve entre unos pendencieros Bud Spencer yTerence Hill animados, y la patanería natural de nuestros Mortadelo y Filemón.

BMO en plena discusión entre Finn & Jake. Ternura, tristeza, humor negro y recuerdos soterrados de la infancia se dan la mano en apenas cinco segundos
Pero todavía queda la cuestión de porqué la serie tiene tanto éxito entre espectadores de edades avanzadas, un aspecto en el que cobra suma importancia el factor nostálgico, una baza siempre agradecida y que en Hora de Aventuras funciona con sentido doble. Por un lado, la mezcla de un entorno fantástico con los lugares comunes de la infancia apelan a esa nostalgia romántica que nos invita a rememorar los días de nuestra niñez como un lugar lejano y mágico, al que es imposible regresar. Finn y Jake son una suerte de Calvin & Hobbes contemporáneos, cuyas absurdas peripecias no son sino un reflejo de las de cualquier infante. Elementos como una animación febril y ágil, en la línea de los cortos de dibujos de los años 30, más el sabor añejo de los títulos que preceden a cada episodio, ayudan a potenciar esa evocación a un tiempo pasado sin dejar de mirsar hacia delante y siempre evitando regodearse en ello.
Cuerpos humanos, ruinas de una civilización extinta y los restos de un apocalipsis nuclear forman parte de los elementos decorativos habituales en un escenario poblado por seres de algodón de azúcar, animales parlantes y perros mágicos. Los continuos festejos y el tono desenfadado ocultan un mundo con un pasado trágico que se ve realzado por las historias personales de varios de sus protagonistas, sin que ni todo el entusiasmo de la juventud Finn consiga hacernos olvidar que se trata del último humano. Un siniestro contraste en la forma de una tétrica promesa de futuro, y que se convierte en un elemento más de la fiesta enriqueciendo -pero nunca enturbiando- el resultado del producto final. Funcionando como un componente lúgubre y triste a las disparatadas aventuras de sus protagonistas, la singularidad de este subtexto añade un sabor agridulce a sus historias en la línea de clásicos infantiles como el Donde Viven los Monstruos de Maurice Sendak o La historia Interminable de Michael Ende.Sin embargo, esta nostalgia obtiene un valor añadido al convertirse en parte de la historia dando forma a un trasfondo melancólico bajo el tapiz de colores pastel y surrealismo fantástico que envuelve a la serie. Los créditos iniciales comienzan arrojándonos a paraje sombrío desolado por la muerte, la miseria y la guerra, antes de dar paso al carrusel de luz e imaginación que nos conduce hasta los protagonistas. Un arranque cuando menos simbólico, que da lugar a un choque de emociones enfrentadas que se incrementará cuando nos toque ponernos en el pellejo del Capitán Taylor y descubramos que el surrealista mundo en el que Finn y Jake viven sus aventuras crece sobre el cadáver de un mundo demasiado familiar.
Jugar con la ambivalencia entre emociones enfrentadas o incluso contradictorias es una constante a lo largo de un producto repleto de contrastes, en la que la felicidad y la melancolía pasean cogidas de la mano. Hora de Aventuras trata sobre explorar lugares mágicos e imposibles, pero a su vez presta una meticulosa atención a las relaciones interpersonales. Sus episodios son sencillos y autoconclusivos, pero simiultáneamente construyen una continuidad interna que crece capítulo tras capítulo y que da forma a un rico universo. Esta plagada por seres adorables, pero estos suelen ser también perturbadores. Sus escenas cómicas pueden llegar a ser realmente siniestras, y en sus historias conviven con absoluta de forma natural la frivolidad despreocupada de la infancia junto a temas de palpable gravedad. Un vendaval de emociones que son experimentados por el público a la par que los personajes y que hacen que en cierto modo, sea lo más cercano a los cuentos de hadas clásicos que haya dado la televisión contemporánea.Pero el caso es que para ser una serie principalmente destinada a los más pequeños, Hora de Aventurasestá salpicada por muchos de los miedos del mundo de los adultos. Desde ser prisionero de uno mismo a merced del paso del tiempo y la senilidad, a quedar obsoleto frente al imparable crecimiento de nuestros hijos, ser víctima de una relación abusiva o la muerte. Si a esto sumamos que la mayoría de sus personajes responden a roles básicos pero que a su vez tienen una doble cara que hace imposible juzgarlos atendiendo a principios morales simples, haciendo de la serie algo más complejo de lo que podría parecer a simple vista.

Paul Pope, Hora de Aventuras y Moebius. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?
Es por ello que su gran virtud reside en su habilidad para moverse por una cuerda floja en la que se entretejen los gustos e intereses de un amplio target de la audiencia sin llegar a comprometerse con ninguno. Algo similar a lo que consiguieron en su día Los Simpsons pero en un sentido inverso, y que despide una irresistible frescura con una energía contagiosa. Pero esto no sería suficiente si no fuese por un equipo creativo en estado de gracia y su dedicación para convertir la serie en un producto único en su especie. Multirreferencial y con un espíritu deliciosamente indie, bebe de infinidad de fuentes entre las que destaca un estrecho contacto con las redes digitales.
Con motivo de la llegada del primer tomo de sus aventuras en viñetas a nuestro país -de la mano de Norma Editorial duranre el próximo Salón del Cómic de Abril- proseguimos con nuestro mes temático dedicado al universo de Pendleton Ward que innauguró la semana pasada nuestro compañero Enrique Ríos con su reseña deBravest Warriors. En esta ocasión, aprovecharemos para zambullirnos en los entresijos que rodean a la serie y todos sus derivados. Así que sentaos cómodos y abrochaos el cinturón, que damos comienzo a un viaje a través de las entrañas de la bestia con el que descubriremos muchos de los secretos que rodean Hora de Aventuras.


El arte de Hora de aventuras --->Todo sobre Hora de Aventuras (parte 2)

El salto al cómic --->Todo sobre Hora de Aventuras (parte 3) 

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